lunes, 8 de abril de 2013

El PUNTO G



Quien más quien menos, todos hemos oído hablar alguna vez del famoso punto G, que lo hayamos encontrado ya puede ser otra cosa, y es que para muchos ni siquiera existe. No obstante es un concepto que ha estado presente a lo largo de la historia del sexo, y que pretendemos acercaros hoy, tanto desde el punto de vista de los que lo consideran sólo un mito, como del de para los que es, sin duda, una realidad.

Se atribuye el descubrimiento del Punto G, al ginecólogo alemán Gräfenberg, aunque él no utilizó dicho término. Lo acuñaron Addiego y sus colaboradores ya en la década de los ochenta, en honor a éste. Los estudios de Gräfenberg durante los 50 determinaron la presencia de un área altamente erógena en el tercio medio de la pared anterior de la vagina, cuya estimulación acarrearía la emisión de un líquido en el momento del orgasmo, que podría equivaler a la eyaculación masculina.

No obstante, ya en siglos pasados hubo quién sugirió o hablo sobre la posible existencia de esta zona y la posibilidad de que la mujer segregara un líquido en el momento del orgasmo. Así lo insinúan, por ejemplo, una serie de estatuas de aproximadamente el 1200 a. C en un antiguo templo hindú de la India, dónde se representan figuras femeninas emitiendo fluidos. Es sabido también que en la cultura panameña la excitación de la cara interna de la vagina era habitual en las prácticas sexuales, por conocerse la sensibilidad de esta zona, que incluso tenía nombre: la bella loca.

El tan conocido por su juramento, Hipócrates, llegó a hablar del semen femenino y también lo haría tiempo después el romano Galeno. Aunque hemos de señalar que ambos, y en general la corriente greco-romana, llegaron a asemejarlo totalmente con el semen masculino, creyendo necesaria la secreción de este líquido por parte de los ovarios (comparando a estos con los testículos), para que la reproducción pudiera llevarse a cabo. Pero no faltaron detractores de esta teoría, como el propio Aristóteles.
Más adelante, en 1672, De Graaf habló de la existencia de una próstata femenina, que generaba esa especia de semen. En el siglo XIX a esta próstata se le dio el nombre de glándulas de Skene, situadas muy próximas al punto G (pero que hoy son consideradas otro punto erógeno, el U) y que al parecer almacenaban un líquido que según muchos era expulsado al tener el orgasmo, mientras otros defendían que una vez rebasadas, se expulsaba poco a poco con o sin orgasmo.


Pero bien, pese a estos antecedentes sería el ya mencionado Gräfenberg, en la segunda mitad del siglo XX, quien estudiaría en profundidad y concretamente esa zona erógena. Zona que además de lo citado anteriormente, se caracterizaba por ser rugosa al tacto. Su trabajo tendría cierta repercusión, pero más dentro del mundo científico que social. Habría que esperar 30 años, para que en 1982 las investigaciones de Ladas, Whipple y Perry, difundieran el concepto de punto G por medio de la obra The G spot and Other Recent Discoveries About Human Sexuality.
Muchos ginecólogos criticaron ese trabajo, por carecer de rigor científico, considerando que no había sido demostrada la situación exacta de ese punto y los efectos surgidos de excitar el mismo. Tema que aún a día de hoy sigue rodeado de controversia, avalado por algunos estudios que muchos consideran pruebas insuficientes. Como el llevado a cabo por el King’s College de Londres: un cuestionario sobre costumbres sexuales fue enviado por correo a mujeres mellizas y gemelas idénticas; y la mitad de las mujeres respondió que pensaba que poseía este punto G, mientras que la otra mitad creía que no. Las críticas fueron muchas, dado que al tratarse de un simple cuestionario carecía de valor científico.




En 2008, la revista Journal of Sexual Medicine publicó los resultados de un estudio realizado por Emmanuele Jannini, profesor de sexología médica de la Universidad de l’Aquila en Italia, que afirmaba que es posible determinar el tamaño y la forma de la capa que está detrás del muro vaginal principal, la zona uretrovaginal, en donde estaría localizado el punto G, mediante una exploración de ultrasonido o ecografía.
Uno de los más recientes estudios que supuestamente prueban su existencia, fue publicado este mismo año. Adán Ostrzenski, del Instituto de Ginecología en San Petersburgo, llevó a cabo estrato por estrato una disección de la pared vaginal en un cadáver de 83 años de edad. La disección establece la presencia del punto G como una bien delineada estructura, según su informe.
Mito o realidad, aún es imposible determinarlo al cien por cien. Lo que es cierto es que se ha hablado, y mucho, sobre él y en ocasiones ha llegado a condicionar negativamente la vida sexual de mujeres y hombres, demasiado obsesionados con encontrar ese botón mágico. Aquí es donde uno debe pararse a pensar y limitarse a disfrutar del sexo conociendo su cuerpo, en el que probablemente no sólo haya un punto G, sino D, E, X, Z…pero de los que jamás se hablará en un laboratorio.




Un saludo y hasta pronto,








2 comentarios:

  1. genial info, muy actual

    http://losviajesysibaritismosdeauroraboreal.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar
  2. Gracias !! eso intentamos que sea algo actual y sobre todo que os guste!!

    ResponderEliminar